En los años 70, dos psicólogos, Daniel Kahneman y Amos Tversky, revolucionaron el estudio de cómo las personas toman decisiones en situaciones de riesgo e incertidumbre. Ellos desafiaron la idea de que las decisiones humanas siempre eran racionales y calculadas, introduciendo el concepto de “heurísticas y sesgos”. Esta propuesta transformó la psicología y dejó su huella en disciplinas como economía, derecho, sociología, medicina y ciencias políticas.
¿Pero qué significa esto para nosotros en nuestro día a día?
Las trampas de nuestro cerebro: Heurísticas y sesgos
Las heurísticas son atajos mentales que usamos para simplificar la toma de decisiones. Imagina que estás en un supermercado y tienes que elegir entre 20 tipos diferentes de cereal. En lugar de analizar todas las opciones detenidamente (lo que tomaría mucho tiempo), probablemente elijas el que te suena más conocido o el que tenga una promoción. Esa es una heurística en acción: rápida, eficiente, pero a veces, poco precisa.
Los sesgos cognitivos son los errores sistemáticos que ocurren cuando dependemos demasiado de estos atajos. A menudo, nos llevan a interpretar la información de manera equivocada o irracional, influyendo en nuestras decisiones. Por ejemplo, a veces exageramos la importancia de cierta información o la minimizamos sin razón aparente, lo que puede afectar nuestras elecciones.
El precio de las decisiones rápidas
¿Te ha pasado que tomas decisiones apresuradas, sin pensar demasiado, y luego te das cuenta de que cometiste un error? Esto ocurre porque nuestra mente, en modo “piloto automático”, recurre a estas heurísticas. La eficiencia es clave, pero el problema es que esos atajos a veces nos llevan por el camino equivocado.
Piensa en cuántas veces has evaluado una situación rápidamente y, más tarde, te diste cuenta de que habías pasado por alto algo importante. Los errores sistemáticos que cometemos a causa de los sesgos no son excepciones, sino más bien la regla. Esto puede ser especialmente peligroso cuando estamos bajo presión o enfrentamos decisiones importantes.
¿Cómo podemos evitar caer en estas trampas?
La buena noticia es que, si aprendes a reconocer los sesgos, puedes mejorar tu toma de decisiones. Al principio, puede parecer complicado, pero con el tiempo serás capaz de identificar cuándo tu mente está tomando un atajo que puede llevarte a un error. Aquí van algunos pasos que me han ayudado en este proceso:
Conoce los sesgos más comunes: Algunos sesgos son más frecuentes de lo que crees. Por ejemplo, el sesgo de confirmación, que nos hace prestar más atención a la información que respalda nuestras creencias, o el sesgo de anclaje, cuando damos más importancia a la primera información que recibimos, incluso si es irrelevante. A continuación, se presenta una breve lista de siete de los sesgos cognitivos más comunes y una breve explicación de cada uno. Estos sesgos influyen en nuestras decisiones diarias, muchas veces sin que nos demos cuenta:
1. Sesgo de confirmación
Este es uno de los sesgos más frecuentes. Se trata de la tendencia a buscar, interpretar y recordar la información de manera que confirme nuestras creencias preexistentes, mientras ignoramos o descartamos la información que las contradice. Por ejemplo, si crees que un producto es el mejor del mercado, es probable que busques reseñas que lo confirmen y ignores las críticas negativas.
2. Sesgo de anclaje
El sesgo de anclaje ocurre cuando damos un peso desproporcionado a la primera información que recibimos al tomar una decisión. Por ejemplo, si ves un coche anunciado con un precio de $30,000 y luego lo rebajan a $25,000, te parecerá una ganga, aunque el valor real del coche podría estar por debajo de los $25,000.
3. Sesgo de disponibilidad
Este sesgo se refiere a la tendencia a juzgar la probabilidad de un evento en función de qué tan fácilmente podemos recordarlo. Si has visto muchas noticias sobre accidentes de avión recientemente, podrías sobrestimar el riesgo de volar, aunque estadísticamente sea mucho más seguro que viajar en coche.
4. Efecto halo
El efecto halo es cuando una característica positiva de una persona o cosa influye en nuestra percepción general de ella. Por ejemplo, si alguien es atractivo físicamente, podrías asumir que también es competente o inteligente, aunque no haya ninguna razón para pensarlo. Esto puede afectar nuestras decisiones laborales o personales.
5. Sesgo de retrospectiva
Este sesgo nos lleva a creer, después de que un evento ha ocurrido, que siempre supimos que iba a suceder. Es el clásico «lo sabía» o «era obvio». Sin embargo, antes del evento, probablemente la situación no estaba tan clara. Este sesgo puede impedirnos aprender de nuestros errores, ya que creemos que siempre tuvimos la razón.
6. Sesgo del efecto de arrastre
Este sesgo se refiere a la tendencia de hacer o creer algo porque muchas otras personas lo están haciendo o creyendo. Es la clásica mentalidad de «seguir a la multitud». Un ejemplo es cuando compras un producto solo porque se ha vuelto muy popular, sin analizar si realmente lo necesitas o si es de buena calidad.
7. Sesgo de aversión a la pérdida
La aversión a la pérdida es la tendencia a temer más a las pérdidas que a valorar las ganancias. En otras palabras, el dolor de perder algo es más fuerte que la alegría de ganar lo mismo. Por ejemplo, si pierdes $50, sentirás más dolor que la satisfacción que sentirías al ganar esa misma cantidad. Esto afecta la toma de decisiones, haciendo que seamos más conservadores o evitemos riesgos, incluso cuando los beneficios potenciales superan los posibles perjuicios.
Crea tus propios rituales de detección: A mí me funciona detenerme un momento y preguntarme si estoy basando mi decisión en un análisis completo o si estoy recurriendo a un atajo mental. Con el tiempo, he desarrollado pequeños «trucos» que me ayudan a identificar estos sesgos antes de que afecten mi juicio.
Reconoce cuándo es mejor no corregir: No siempre es necesario evitar todos los sesgos. A veces, ser consciente de ellos es suficiente. Si decides seguir adelante con un atajo mental, al menos sabrás que lo estás haciendo de manera deliberada.
¿Y tú, qué sesgos has identificado en ti?
Reflexionar sobre nuestras decisiones es el primer paso para mejorar. Yo sigo aprendiendo cada día, y estoy convencido de que con práctica, cualquiera puede mejorar su capacidad para tomar decisiones más acertadas. Ahora te pregunto: ¿alguna vez te has dado cuenta de que un sesgo estaba afectando tus decisiones? ¿Cuál te resulta más común? ¡Me encantaría saberlo!